sábado, 15 de noviembre de 2008

Dulce suspiro (parte 1)

Me desperté e inmediatamente lo supe. ¿Qué está pasando?

Un sutil olor a almendras acarameladas se filtra por mi ventana. El aroma se caricaturiza, transformándose en manos, me envuelven, me acarician anunciándome este día particularmente extraño.

Me levanto, mi casa sigue estando exactamente igual que antes. El cambio es fuera. Trato de no apresúrame en salir, me siento relativamente cómodo aquí…pero no puedo contenerme, la curiosidad me está matando. Salgo y me encuentro con un mundo rosado.

Tal vez rosado no en color, más bien rosado en magia, alegría, dulces y sonrisas.

¿Y cómo demonios sucedió todo esto? Las casas estaban hechas de galletas con capas de azúcar que escarchaban ligeramente las ventanas de caramelo. Emanaban un olor a naranjas confitadas y chocolate derretido. En la entrada principal, árboles de mazapán decoraban la fachada.

El edificio en construcción frente a mi casa, ahora era un campo de manzanas acarameladas donde osos polares las recogían y las llevaban dónde duendes danzantes que las repartían en las puertas de los hogares.

Escuchaba risas de niño, aquellas que se escuchan en las mañanas de navidad y en los juegos de madera de los parques. Y meciéndose entre las ramas de chocolate blanco de los árboles de mazapán notaba casas de árbol hechas de las más maravillosas golosinas que he podido ver. Era una lluvia de colores y sabores…mango, fresa, sandía, moras y arándanos.

Caminé hacia el parque. La grama emanaba un sutil olor a menta y yerbabuena. Tomé un puñado y lo mastiqué lentamente. ¡Que fantástico! Fresco y dulce, ligeramente picante, simplemente perfecto.

Flores con pétalos de gomita y centro de grajeas entonan unas encantadoras melodías. En el gran río de refresco de maracuyá burbujas de fresa son desprendidas por pícaras sirenas.

Sí, todo suena fascinante, efectivamente esta era una experiencia deliciosa, embriaga mis sentidos y me encanta.

Pero…no hay nadie.

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