martes, 30 de septiembre de 2008

Entre mil mariposas y un Creador

Y observé la luz que emanaba el foco que había instalado hace ya unos días. Si es que los muertos realmente la viesen, sería hermoso mágico y seductor, una gran forma de decir adiós. Luz amarilla invade mis ojos, mi cuerpo, mi alma.

No se hasta que punto mi cuerpo contiene su forma o se funde entre los rayos. Mil mariposas estallan, aletean dirigiéndose hacia el creador, hacia la luz, hacia mis ojos. Densos puntos violetas reciben con un gran abrazo a mi córnea, y si, son mariposas.

Evito parpadear, no quiero perderme nada, ni un segundo en este edén. Mis ojos secos, cansados, luchan por permanecer estáticos, abiertos, en la nada. Mis energías van dirigidas hacia ellos y luego de grandes impulsos logro mantenerlos como quiero.

Como yo lo quiero, en la nada, mirando nada y a la vez todo. La luz no entra, rebota y regresa a casa, mis ojos no se lo permiten, ya no la sienten, ahora lo son.

Mi lagrimeo se encuentra estéril. Soy sequía, mi córnea el pueblo hambriento.

Y luz se difracta en mí.

El calor es subjetivo, así lo quiero. El calor se absorbe, no soy esponja. Soy superficie, yo difracto la luz. Mis ojos caen, mi energía lo percibe. Mi mente es paz, soy un río de luz y juguete de las mariposas. Soy su edén, y continúan aleteando.


Y observé la luz que emanaba el foco que había instalado hace ya unos días, no quiero perderme nada, ni un segundo.

domingo, 28 de septiembre de 2008

El encierro

No soy yo quien se mueve ni quien avanza o retrocede. No soy yo quien despierta en el planeta hoy. Es la tierra que gira a mi paso, que cambia su sentido bajo mis pies. Es el planeta el que se crea para mi cada día, que pinta paisajes para que pueda verlos al abrir los ojos quien me regala su aire para que pueda respirarlo a mi parecer. Quien brinda el agua para manejarla a mi antojo. Soy el dueño. Es mi duelo.

No soy yo quien nace, crece y muere en el tiempo. No soy yo quien se adapta al clima ni a las opiniones ni a los caprichos de la naturaleza. Es mi tiempo, mi calor y siempre es mi frío. Mis decisiones, mis complejos y mis deseos. Es mío y son mis reglas.

Tantas fragáncias, perfumes de melodias creádas solo para deleite mio. Tantos seres creados para interactuar en y con ellos cuando me sienta solo o aburrido. Son mis 7 días. Mis creaciones y mis mandamientos. Tan míos como yo mismo.

Tantas reflexiones, tantas ambiciones, tanto egocentrismo y no puedo salir de este baño porque lo único que hoy no es mío es un poco de papel higiénico.

Cotidiano

Psycho

Érase aquel un caracol especial,
érase pues uno que pretendía ladrar.
Y ladró sin ladridos fabricar.
Érase aquel un caracol no muy normal.

Saltase entonces sobre el viento,
Sin alas para planear.
Érase un caracol con aires de libertad.
Algo espacial el caracol liberal.

Curioso ahora, buscó arena donde excavar,
Unas piedras para una casa formar.
Un refugio del agua y la sal.
Un diamante perdido donde descansar.

Un caracol paseando entre los sueños
De peces y flores
De globos y lirios
Sin tiempo ni brisas,
Menos sonrisas

Luces, sinergia, autarquía
Coraza, debilidad y sutileza
Sueños, tanatos y pureza
Érase aquel un caracol especial.

Érase pues no absoluto, céntrico
El fin mas no principio
No inicio
El receso
El caracol en la arena, en la selva, en las risas y no en las sonrisas
En lo púrpura de la indignación.
El punto medio. Los dos puntos mas no la coma.

Suspenso.

Placer.


Dolor.


-Mierda… que sueño para mas cotidiano- dijo mientras despertaba camino al trabajo.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Pasos

Había sido conducido lentamente al abismo, hasta que por fin abrió los ojos. Al ver donde estaba volteo la mirada hacia su camino. Abril es un mes que se vive a blanco y negro. Abril es un mes que no se vive. Es un mes que se entierra o que salta contigo hacia aquel final. Las palabras por fin toman un sentido real, ya no suenan mágicas, ahora solo son palabras nuevamente con verdad. Y lo que alguna vez pareció tan cercano, había sido solo otra ilusión en el camino.

Tan ingenuo el caminante. Sin fuerzas para seguir andando, ya todas habían quedado en Marzo y un par de sueños en Abril. La cantimplora vacía al igual que sus ojos. Un nuevo rostro sin expresión. Un rostro conocido por el camino. La soledad era mas grande que el camino. Y el camino tan solitario como su ser. Ya no era Marzo, poco importaba si era Abril. Poco importaba lo que tuviese que pasar después. Poco importaba lo que pasaba ahora. Y lo que había pasado, nunca pareció existir.

Bajo la sombra de un árbol acomodo su cuerpo. Se sentía demasiado exhausto y tanto por nada. La sombra se hacia cada vez mas pequeña y el calor cada vez mas insoportable. Y fue medio día cuando el tiempo decidió detenerse por completo. El caminante pensó en abandonar el camino justo antes de quedarse dormido. No descansó, los sueños lo atormentaban y el calor lo fatigaba. Tenía sed. Tenía hambre.

Al despertar, sacudió un poco de tierra que tenía encima suyo, miró el camino y decidió seguir avanzando. Sin agua, sin alimentos y sin un destino. Sin Itaca en sus pensamientos, como dirían algunos. Con Itaca solo en sueños como diría él. Con la esperanza de llegar a ningún lugar. Solo pensando que pronto acabaría su pesado caminar.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Fiebre

Sus ojos se abrieron y ardían, tuvo que cerrarlos e intentar abrirlos de nuevo. Mientras más los abría más ardían y mientras más pensaba en el dolor de abrirlos, le ardían cerrados. Su ceño se fruncía y permanecía en ese estado dibujando un camino en su frente por donde las gotas de sudor transitaban hasta caer por sus orejas y terminar en la almohada, empapándola. Sentía la nariz seca y cada inhalación era como aspirar fuego. Sus labios se agrietaban mientras que dentro de su boca la saliva era magma que caía en las inflamadas amígdalas.

Dentro de su mente sus pensamientos se encontraban en una maratón. Lo agobiaban, lo irritaban, le dolía pensar. Cada imagen era una aguja clavándose en su sien. Se sentía atontado, frío, aunque su cuerpo ardía en llamas.

Encontraba las sábanas como una pieza de mimbre, raspando su cuerpo y erizando cada cabello de éste. Las removió con asco pero pronto sintió una ola de frío intensa. No encontraba una posición cómoda, era como si su cuerpo atentara en su contra y se rehusara a cooperar.

Las manos y los pies estaban hinchados, no lograba cerrar los dedos hasta que poco a poco dejó de sentirlos. Por su espalda fluía un río electrizante que lo encorvaba. Su colchón parecía tierra y el era un saco.

Intentó sorber un poco de agua del vaso que había estado toda la noche en la mesa. Le costó tragar. No tenía hambre ni sed.

Pronto, su cuerpo empezó a remecerse y temblar. Se encogió hasta llegar a una posición fetal y espero a que el dolor disminuyera lo suficiente como para levantarse y medicarse.

Intentó llamar a alguien, pero se quedó con el auricular en la oreja y el sonido en off.

No tenía a quién llamar.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Susurros

Cotidiano regresó de un largo paseo por las calles de la ciudad, era tarde y verano, el sol vestía a los edificios de una gama de amarillos y naranjas, la brisa remecía las hojas de los árboles y flotaba en el aire un sentimiento de nostalgia. El amaba estos paseos, y como es de costumbre llegó a su hogar con una ligera sonrisa naciendo del costado derecho de sus labios. Entró a su casa después de dar un último vistazo a las calles y cerró la puerta lentamente. Como siempre dejó sus llaves a un lado, colgó su casaca en el perchero y comenzó a removerse las zapatillas.

En ese acto, de repente, un zumbido agudo atacó su oído. Era como si una mosca hubiera decidido dar un paseo por su canal auditivo. Intentó abrir y cerrar la mandíbula, como le había enseñado su abuela, pero sólo consiguió empeorar su situación. Con la mandíbula dislocada y un zumbido mortal en la oreja, Cotidiano corrió hacia un espejo para intentar visualizar su oreja y tratar de ubicar el problema. No encontró nada, su oído esta normal, no tenía obstrucción alguna, no había intrusos, todo se encontraba normal.

La desesperación comenzó a atacarlo, y como pasa en esos momentos de pánico, encontró una solución que lo había ayudado en el pasado cuando sus oídos se cerraban por la presión: bostezar.

No era cualquier bostezo, debía ser uno lo suficientemente poderoso para acabar con su tortura. Los primeros intentos fueron desastrosos, hasta que por fin llegó el gran bostezo.

El zumbido había desaparecido. Aliviado, Cotidiano se recostó en su sofá miró hacia el techo y observó a una polilla aleteando dándole círculos al foco de luz tenue. Juró por un segundo que podía escuchar el aleteo como si fuera el de una paloma.

Sintió unos pasos, asustado, sus ojos dieron un rápido recorrido por el perímetro. No había nadie. Los pasos continuaban. Dirigió la cabeza al piso, y se encontró con una fila de hormigas. Podía escuchar sus pasos, como crecían y decrecían a medida que se turnaban el pedazo de pan que habían encontrado.

Asombrado por esta nueva cualidad, comenzó a pasearse por su casa intentando escuchar más. No quiso salir, al sentir que se haría daño, ya que los sonidos de la ciudad serían intolerables. No quiso hablar, ya que tal vez el sonido de su propia voz rompería sus tímpanos. Simplemente se sentó y escuchó.

Descubrió un nuevo mundo, que antes le había sido indiferente. Cada sonido correspondía a una nueva criatura. Algunas lo aterrorizaban, como los ácaros que roían las fundas de su almohada o los gusanos masticando el último melocotón en el frutero.

Sin embargo estaban esos. Esos sonidos que lo dejaban boquiabierto, como el susurro del viento al entrar sutilmente por la ranura de la puerta. La marcha casi perfecta de las hormigas que lo guiaron hasta su madriguera, una villa militar sumamente organizada. Las arañas que parecían cantar al tejer sus dulcemente letales hogares y el hipnotizante silbido de las moscas, de las cuales con oídos normales, escuchaba un ruido molesto, pero ahora descubría un sin fin de melodías.

Poco a poco Cotidiano fue cayendo en un trance, fue arrullándose y entre suspiros soltó un largo y pronunciado bostezo. Sus oídos volvieron a ser humanos, el nuevo mundo había desaparecido y con él su basta gama de sonidos. Cotidiano se sintió extrañamente solo.

domingo, 21 de septiembre de 2008

S.O.N.R.E.I.R

Me refugio en un ayer que nunca existió y la idea de un mañana me recuerda que no se donde estoy. Salté del recuerdo al que me aferraba y termine por caer en la realidad. Una sonrisa por favor. Y el grito mudo solo en mi cabeza resonaba. Una sonrisa por favor. Y solo falsedad e hipocresía ante mi se presentaba. Si bien un arlequín una sonrisa no puede conseguir, solo hace falta una lagrima para darle fin a su sufrir. Y una lágrima tampoco encontraba.

Los grillos ahora cantan. El humo es denso y en él efímeramente se dibujan las ideas como recitando su adiós junto a una ultima petición. Y todo lo que busco es una sonrisa. Una real. Una que pueda practicar y copiar. Una sonrisa siquiera un poco mas que superficial. Tu sonrisa. La misma ultima imagen que aun esculpe mis sueños. Aquella sonrisa que insita a soñar y quita las ganas de dormir. Aquella sonrisa por la cual se sonríe o se llora.

¿Acaso será otra noche sin dormir? Otra noche que pensare que decir. Otra noche envenenada por lo hermoso de tu sonreír. Simplemente el tiempo carece de importancia, ya no pinta horas y menos días. El tiempo existe solo cuando puedo ver esa sonrisa que no puede ser mía y sin embargo la deseo como deseo volver a sonreír. ¿Y las lagrimas? No todo puedo poseer. No puedo ser del todo humano y en mis carencias reside mi humanidad. Las lagrimas tampoco las poseo. Ojos cansados de ver lágrimas caer simplemente dejaron de crearlas. Ojos tan acostumbrados al dolor, al ver sonrisas y no poder brillar como los demás. La constante incertidumbre se hace presente una vez más hoy. Siento que no es humano mi corazón y que no es real esa sonrisa que tanto busco.

Busco una sonrisa, también una lágrima. Busco algo que no es propio. Tengo miedo. Miedo de perderme otra vez, miedo de tu brillo y de las estrellas que robaste y encerraste en tu mirada. Miedo. De perderlos sin aun poseerlos. De extrañarlos, de hacerlos reales con tan solo imaginarlos para que después vuelvan a ser sueños otra vez. Y como sueños con el tiempo pasar a ser nada.

Prendo otro cigarrillo sin mas misticismo que el hecho de prenderlo, es solo humo, pienso. Es solo una sonrisa, una mirada, nunca una lagrima. Solo una mujer. No. Una princesa que no acepta su realeza. No, es tan solo otro sueño. Otro recuerdo para mañana y hoy no se donde estoy. Pero si se que busco.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Sirenas y dragones de fuego

Fue así como comenzó, no me acuerdo muy bien, pero asumo que fue así. Me encontré con mis dos, y supongo que únicos, amigos: Juan y Daniel. Uno siendo más cotidiano que otro, y con mínimas expectativas de la vida emanan aires de grandeza al sentirse como parte de un ciclo de vida que nos une a todos los seres vivos. Son hombres de pocas palabras y carentes de un hábito de limpieza que encierran en sus ojos la filosofía carpe diem. Nuestras reuniones son simples, no indagamos en la profundidad de nuestro ser ni despilfarramos nuestros problemas. Nos observamos y conversamos, por lo general acompañados de un aguardiente y unos vasos de plástico.

Fue así como comenzó esa noche.

Daniel hace los honores desparramando el aguardiente en nuestros vasos. Sorbemos el calor punzante que acaricia la lengua, adormece a los dientes y se desliza hasta caer como una bola de fuego en el estómago.

Esa noche en particular encontré todo este recorrido del dragón de fuego ligeramente reconfortante e inclusive fascinante. Tal vez fueron las estrellas, el cielo, la tranquilidad del parque o la extraña sensación que me producía la bebida que me seducía como una sirena y me daba una seguridad increíble. Tal vez fue mi cuerpo que no encontraba saciar su sed, el clima perfecto –no muy frío, pero tampoco caliente-, la presencia amena de mis amigos o el deseo de ser otro. Tal vez fue todo en conjunto.

Sentía un torrente de agua hirviendo en mis venas, me llenaba la piel, los ojos, la cabeza. Se detenía anidaba y adormecía mi cuerpo, comenzando por mi lengua, que ahora era pesada, dificultándome el habla. Mis amígdalas siguieron, al pasar la bebida sentía los sorbos cada vez más densos y termine por encontrarlos viscosos. Mis dedos parecían globos, los trataba de cerrar y se rehusaban. Yo veía a mi cuerpo sucumbir, sin embargo no podía dejar de aceptar este cáliz, que me estaba brindado un cambio.

Mis piernas lentamente fueron desmoronándose en el piso, hasta que quedé echado en la grama, perplejo, atónito, pero aún quería más. Una fuerza comenzó a poseerme, intenté levantarme y caminar, sintiendo a la gravedad jugar con mis piernas y torcerlas hasta caer. Y me perdí.

Un ser invadió mi cuerpo, y yo pasé a ser espectador de mis acciones. Gritaba, daba carcajadas siniestras, me movía cual títere y lo encontraba deslumbrante. No creía ser esa persona, y no creía que esa persona fuera parte de mí. Sentía que por más que fuera espectador nuestras presencias estaban a la par.

Pero no fue así.

Poco a poco sentía a este ser invadir más y más, convirtiéndose en un dictador y yo en su pueblo sumiso. Comencé a perderme, sentía que me alejaba, que me arrastraba a un espacio negro donde me encerraría. Mi vista comenzó a nublarse, pequeños puntos magentas y verdes irrumpieron mis ojos y lentamente mis párpados cayeron, dando una resistencia inútil, cayeron, y se cerraron. Daniel y Juan habían desaparecido, el parque se tornó oscuro y el aguardiente había penetrado cada parte de mi ser.

Comenzaba la era de las sirenas y los dragones de fuego.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Viernes DeMente

El cielo deja de ensayar sonrisas.
Con especial prisa abre los ojos.
Vuelve la mirada a quien lo mire.
Con especial placer atardece.

Las aves no vuelan en la densidad de sus horas.
Los hombres no buscan llegar mas allá de su grisácea inmensidad.
El cielo permanece inmóvil.

Atrapa los sueños del soñador.
Oye los llantos y la conciencia y se pierde entre los tonos rojizos que va tomando.
No permanece mas inmóvil.
Suspira ahora en penumbra.

Al cielo ahora dos miradas.
Del cielo unas cuantas lágrimas.
Del recuerdo solo un presente.
Del futuro nada.
El cielo permanece inmóvil.

Divergen en las estrellas sinnúmero de historias.
Princesas y muerte.
La penumbra es alumbrada.
El himno entonado bajo los héroes del ayer.
Al cielo una mirada y una mujer cansada.

Es el día de noche.
Es un sueño.
El cielo duerme y con el la luna y los árboles.
Con ellos nosotros y con nosotros nadie.

Todo se detiene en lo que dura un respiro.
Un instante eterno.
Una promesa bajo el universo.
Una historia mas para el cielo y este deja de ensayar sonrisas.
Con especial prisa abre nuevamente los ojos.
Con especial placer atardece, se marchita y suspira en penumbra.
Disfraza la noche con claridad y vuelve empezar.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Nací pez


"Nací pez. Ese fue mi destino, mi suerte, mis cartas, o como quieran llamarlo. Nunca intenté escapar de éste por lo que mi vida ha sido siempre cotidiana. Estoy consciente que por más que intente cambiar siempre seré un pez, entonces me limito a cumplir la función de éste. ¿Para qué hacer más? El resultado será igual. Intenté de niño una vez ponerme estratégicamente un par de algas en la cabeza para parecer un tiburón. Otro día me amarré las algas en las aletas para parecer un pulpo. El resultado era lo mismo: un pez disfrazado. Entonces ¿por qué me esfuerzo? No vale la pena, no tengo habilidades especiales para cazar que he desarrollado durante mi niñez, no tengo la facilidad para hacer casas, ni para detectar dónde se encuentran las mejores algas de la zona. Todo esto es aprendido y cultivado, requiere energía, tiempo y determinación. Yo me limité a aprender como construir una casa y saber cuando las algas estaban listas. A un depredador no le va a interesar que tan hábil eres. Cuando llegue la hora a nadie le va a importar dónde queda la mejor alga. Todo es un ciclo simple, todos formamos parte de éste aunque tratemos de llenarnos la cabeza con habilidades e intentos de perfeccionismo para sentirnos superiores y tal vez escapar de este ciclo. Sólo yo sé que no es así. Llegué a parar a éste lugar debido al ciclo, al destino, a mis cartas. No lucho, nací pez. Mis paredes de cristal me permiten observar el mundo exterior, me siento pequeño, pero no inútil y menos, intimidado. Se acercan un par de ojos a observarme, me analizan con aires de superioridad, ellos son esos que pueden detectar la mejor alga de la zona…”

Cuando Cotidiano despertó, no imaginó que hoy encontraría a un ser similar a él. Se levantó sintiendo una soledad de ésas que molestan y son persistentes. Sintió la urgencia de tener compañía. El compañerismo humano para Cotidiano, era distante, no le ofrecía seguridad absoluta y sentía que por ser de la misma especie lo conocería plenamente, y eso para él era aterrador. Cotidiano quería una compañía tranquila, sumisa y con una presencia sutil, sólo para recordarle que no estaba solo, como los focos tenues que prenden los niños que le temen a la oscuridad.

Decidió ir a la tienda de animales.

Una vez adentro sus ojos dieron un rápido paseo por el lugar. Nada pareció llamarle la atención. Los perros, los gatos o cualquier animal con patas, sería demasiada responsabilidad. Además la vibrante energía y felicidad que emanaban, intimidaba un poco su pasiva personalidad. Comenzó a ver los peces, se perdió en su mundo de colores por un instante, y pretendía permanecer así, hasta que una voz le pregunta qué animal esta buscando. Cotidiano explica que quiere un pez, pero no sabe cual y odia tomar decisiones. De repente al otro extremo de las peceras, había un pequeño pez suspendido en el agua mirando a la nada. Estaba solo. “Este pez se rehúsa a estar con los demás de su clase, los ataca, o se aísla, así que lo mandamos a una pequeña pecera, y parece contento ahí.” Lo había encontrado, la compañía perfecta. Lo observó unos minutos y sintió un alivio. Sintió al pez aliviado también, y sintió que había hecho una gran elección.

“Por más que intente cambiar siempre seré un pez…”

martes, 16 de septiembre de 2008

Espera

Otro día. Una vez más se repite el ciclo: despertarme, bañarme, desayunar, todo para tener siempre un mismo resultado. Otro día ¿algo nuevo? Eso creo. Tengo la latente duda de que me olvido de algo. Me paro de la cama, ¿Qué tenía que hacer hoy?

Siempre ha sido lo mismo. Mi mamá no se cansaba de repetírmelo: “hijito, por favor, tienes que acordarte de las cosas. Así fue como murió tu hámster, así repruebas tus exámenes, así te quedaste sin pareja, así se murieron las rosas del jardín…”. No recuerdo el resto, ya que para ese entonces entraba en un estado vegetal, en el que mi madre hablaba y yo la veía mover sus labios, sin recibir mensaje alguno. No es que habláramos distintos idioma, como normalmente los psicólogos te dirían, mas bien es que simplemente, no la escuchaba, por ende me era imposible responder o aparentar un gesto de aceptación.

El hecho de que ese discurso haya vuelto a mi mente hoy, me es inusual. Definitivamente me estoy olvidando de algo.

Decido pues, entrar a la ducha. Así como fue cayendo el agua hacia mi cabeza, las ideas, recuerdos y proyectos cayeron también en ésta. Tengo cita con el dentista.

Por supuesto que la hora era un misterio. Había escapado de mí a los 5 minutos de haber concordado la cita. Debería de traer una agenda conmigo, pero eso implicaría que debería de traer una especie de morral, el cual no tengo, por lo que debería de comprarme uno, pero no tengo tiempo, así que tendría que posponerlo, y como no tengo agenda no lo apuntaría, entonces, no lo recordaría.

Debo encontrar la tarjeta. En mi búsqueda logre clavarme 5 astillas en el dedo y sacar varios papeles que no tenían significado para mi. Reconozco que guardo papeles inservibles, aunque son especiales, ya que de todos los papeles que he recibido en mi vida, guardo éstos. Ahora, que recuerde por qué son especiales es otra cosa. Tal vez por eso los guarde.

Su cita es a las 10:30, lo esperamos”. Ahora tengo exactamente 30 minutos para alimentarme y llegar. Sólo puedo tomarme un desayuno rápido que satisfaga mi necesidad de energía mas no mi hambre. Me llevaré un paquete de galletas, aunque si lo hago, comeré las galletas en el carro, lo cual implicaría que llegaría con los dientes sucios y no sería una buena idea ir al dentista con los dientes sucios. Además no me imagino lo que sería para el dentista ver unos dientes llenos de galleta enterrada en las encías y en las muelas. Una imagen un tanto pintoresca. Sin embargo, debería de estar acostumbrado, es parte de su oficio, a si como muchos, que tienen un lado repugnante o incómodo que para ellos es normal, por que es su trabajo y están acostumbrados, pero para los ojos externos es realmente asqueroso.

Me llevaré una manzana.

Llego y son exactamente las 10:35 a.m. Una señorita con una voz tan alegre que encuentro irritante me indica que debo sentarme a esperar mi turno. Esperar, esperar…esperar.

Es curioso ver como el tiempo se detiene cuando esperas. Trato de entretenerme buscando algún tipo de distracción. De repente siento una mirada. Son los ojos de un niño que me mira lejano. Siento en su mirada la misma necesidad de distracción que la mía. En cierto aspecto, lo comprendo. Me siento acompañado, los dos lo sabemos como si guardáramos un secreto de los demás que parecen inmersos en este lugar.

Cada persona tiene una mirada: hostil, amigable, enojada, asustada, ansiosa etc. En cierto modo cada uno sabe el destino que les espera en las manos del dentista, por que están concientes de los pecados que han cometido. Descubrí, también, que las personas buscan diversas maneras de entretenerse. Algunas fuerzan conversación con el vecino. No les importa ser escuchados, más bien se cobijan en las palabras dando signos de una comodidad bastante egoísta. Algunos llevan a sus parientes, garantizándose distracción y conversación. Otros llevan lecturas, sin embargo, puedo distinguir dos tipos de lectores: los interesados y los inseguros.

Los interesados, verdaderamente cultivan su amor a los libros, o cumplen con sus deberes. Se puede ver en su rostro este sumergimiento en los mundos de los libros. Parecen distantes, como si no estuvieran en la sala de espera. Los inseguros usan al libro como salvavidas, no es un pasatiempo, mas bien es momentáneo, nacido por necesidad para no enfrentar la espera. Puedo notarlo en sus rostros que se levantan continuamente esperando encontrar en los ojos de la recepcionista el llamado que le pondrá fin a su espera. Hay algo en sus ojos que indica miedo al tiempo muerto, ese tiempo donde el protagonista eres tú y él. No tienes tus salvavidas ni recursos, estas tú, contigo.

Siempre estarán esas personas que no le temen al tiempo de espera, al tiempo muerto. La espera corroe al hombre, ellos parecen inmunes a ésta. Son unos verdaderos guerreros manteniéndose estáticos, cambiando con el tiempo. Sus pensamientos deben ser lo suficientemente poderosos para ser lo único necesario para sobrepasar esta espera.

Me encantaría poder llegar a ese estado. Cierro mis ojos tratando de llegar. Siento una mano posada en mi hombro y una voz tan alegre que encuentro irritante “Adelante, el doctor lo está esperando.”

lunes, 15 de septiembre de 2008

Shhh...duermo

Nunca supo muy bien la hora y la hora fue lo que menos importo en la historia que contaría años después a un desconocido como el mismo lo era los martes. Había tomado una siesta que se prolongo mas de lo esperado y aun no despertaba. Fue solo hasta que una extraña sensación por despertar se apodero de su cuerpo y abrió por fin un ojo. No vio nada. Cerró el ojo y abrió el otro. Siguió sin ver nada.

Seguramente pasaron horas hasta que decidió detener el abrir y cerrar de ojos en caso de que por fin lograra ver algo cuando comprendió que simplemente ya no veía, que en algún momento de su siesta sus ojos adoptaron el color del olvido y olvidaron asi como ver la realidad. Comenzó entonces a recordar todo lo que había hecho antes de la siesta y ningún hecho salía de lo cotidiano. Ni el lavar ropa, ni el secarla, tampoco el ver algunos documentales por televisión. No entendía el porque de su ceguera.

Ahora estaba de pie. Las manos estiradas buscando formas y dibujando un camino. Pies dudosos y sobre todo, ciego. Tropezó 4 veces hasta llegar al interruptor de la luz, solo para cerciorarse que en verdad estaba ciego y que no podía hacer nada para evitarlo. Aun asi camino hacia otro interruptor y la sensación al activarlo fue exactamente la misma que sintió al activar el interruptor de su cuarto, inseguridad.

Cotidiano no conoció nunca el miedo. Regresó a su cuarto e intento continuar la siesta que lo había dejado ciego. Exactamente en la misma posición, con el mismo cansancio y sin saber tampoco la hora. No pudo conciliar el sueño.

Una alarma sonó. Era un nuevo día. El ayer para Cotidiano nunca existió mas que en sueños.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Delirio en el 2-E (segunda parte)

Era protagonista de un juego macabro. Me encontré en un pasillo hecho de paredes de café. Por donde volteara había café . Arriba, abajo, a los costados, inclusive un muñeco danzante en forma de grano de café. Había entrado en otro mundo, no esperaba tener esta mañana. Comenzé a dudar si mis ansias de tomar esta bebida eran verdaderas, pero un impulso eléctrico que activó nuevamente mis glándulas salivales me reafirmó mi objetivo.

Era simple:

1) Agarrar una bolsa de café de cualquiera de los estantes.
2) Llevarlo a la caja para posteriormente pagarlo.
3) Forzar un par de conversaciones con la cajera y una sonrisa falsa
4) Llevarlo a mi casa, prepararlo y saciar mi sed.

Probablemente tan simple, que hizo de esta tarea casi imposible. No sé por dónde mirar, y mucho menos, qué café escoger. Por lo general siempre tomo el café que compro en la tienda de la anciana. Sólo vende una marca, y no soy quisquilloso. Sin embargo en este nuevo mundo del pasillo 2-E, existían, no sólo la marca a la que estaba acostumbrado, sino 20 marcas distintas, cada una estratégicamente forrada en una caja pidiendo que la compres. Decidí optar por mi marca habitual. No tenía nada que perder. Extendí mi mano para tomarla, cuando mis ojos se desviaron hacia la izquierda, donde una caja con colores llamativos, un sol sonriente y muchachos riéndose, captó mi atención. “Una nueva experiencia de café”, proclamaba el eslogan. No tenía intenciones de probar una nueva experiencia con una bebida que me causaba comfort, por el hecho de ser la misma todos los días. Era una sorpresa menos. Mis ojos volvieron a mi marca, una caja azul con las fotos de unas montañas, simple y cálida.

Una vez más sentía el llamado de los colores, sólo que ahora no provenía de una caja, sino del uniforme de una señora que estaba repartiendo café. Mis objetivos se iban a cumplir más rápido de lo que pensaba. Me acerco, me sonríe, me muestra la marca, me sonríe aún más y se forman tres arrugas en sus cachetes. Tomé el vaso y bebí el café. Era delicioso. Mejor que mi café habitual.

Lamentablemente, entré en un estado cavernícola e inmediatamente quise otro. Tras beber 3 tazas más, la sonrisa de la señora se iba desvaneciendo y ahora esas tres arrugas, pasaban a su frente. Intuí que quería que tomara una bolsa y la comprara. –No se arrepentirá, se lo prometo- y su sonrisa volvió.

Una ola de frío arrebató mis ansías y comencé a dudar. -¿Por qué tengo que confiar en ella? No la conozco, no sabe que me gusta, tan sólo intenta vender. Tal vez ese café no sea el mejor de todos-. Dejé la bolsa, y continué en mi búsqueda.

Los colores parecían más vívidos, cada caja contenía un mundo de sorpresas con frases pegajosas, promesas persuasivas, caricaturas y sonrisas. Era un universo de magia y utopía, que sin embargo lo encontraba macabro, ya que debía elegir uno de esos mundos y dejar los otros y quedarme con la latente duda si habré tomado el café adecuado. Entonces mi café nunca más sabrá a café. Sabrá a una elección, que decidí tomar, por lo que si fuera insatisfactoria sería completamente mi culpa y habría arruinado mi mañana. Mi café ya no sería perfecto, ya que ahora tendría que compararlo ¿y si al compararlo hallo uno aún más perfecto y éste tendría a su vez un contrincante más perfecto? ¿Qué hay de las tiendas naturistas? Estas venden café orgánico, dicen que es un sabor más puro. Antes no me importaba, pero ahora, al darle nuevo conocimiento a mis papilas gustativas, éstas me piden más, me piden novedad, me piden: cambio.

Decidí cerrar los ojos y tomar cualquier caja, así si el resultado no era el que esperaba, culparía al universo y mi carga sería compartida. Abro los ojos y tenía entre mis dedos una caja verde y púrpura. Me quedé en silencio y fui a la caja. La pagué, hablé del clima, sonreí, con odio, culpándola por ser miembro de este macabro juego.

Salí del supermercado y el sol resplandecía. Le pregunte a un niño qué hora era: -12:30, señor-.

La mañana había terminado, y con ésta mis ganas de tomarme un café. Me dirijo hacia mi casa y miro a la bolsa, suspiro y continuó caminando. Tengo ganas de un jugo de naranja.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Delirio en el 2-E (primera parte)

Hoy me desperté con unas ganas inimaginables de una buena taza de café. Mi ritual matutino fue interrumpido por esta loca sensación que invadía mi cuerpo. -Lo necesito- me insistía. No podía negárselo, al fin y al cabo ¿por qué negarle algo tan simple como esto? Pudo hacerme una variedad de pedidos, como la necesidad urgente de ir al dermatólogo y hallar una respuesta a la terrible facilidad de mi rostro de sembrar espinillas. Podía haberme pedido un último cigarro, unos minutos más dando vueltas en mi cama, una visita a ese mundo de sueños en donde pocas veces logro entrar. Pero no, algo tan simple y tan accesible como un café.

Decidí, pues, levantarme, faena que por lo general toma entre 10 a 15 minutos, ya que cada centímetro de mi piel se pega a la cama y resiste a empezar el día. Hoy sin embargo fue inmediato, lo cual activó a mi cerebro y despertó aún más mis sensaciones, haciendo que la necesidad por esta bebida aumente en todo su fulgor. Camino por el pasadizo y comienzo a salivar de manera brutal, animal incluso, siento mi mandíbula desprenderse y caer y junto con ella se desprende un río de saliva. Llego a la cocina, estoy tan desesperado que no logro recordar dónde guardé el café. Rebusco, olfateo, me sigo desesperando.

De repente un brusco golpe me cierra la mandíbula, hace que trague mi saliva y abre mis pupilas más de lo habitual. -No compré café-.

Logro mantener mi cordura, tratando de reemplazar esta bebida por otra. El jugo de naranja es muy ácido, el chocolate muy dulce, la leche pura es insípida. Otros días pudieron haberme satisfecho, pero hoy no es uno de aquellos días.

El deseo latiendo en mi lengua impulsa mi determinación por conseguir mi café. Me saco el ya lavado y gastado (y hasta agujereado) polo de pijama, que me ha acompañado todas las noches. -Una de mis costumbres preferidas- y siendo no de costumbre me despojo rápidamente de éste, tarea que se me dificulta ya qué es difícil desprenderse de aquellos detalles con los que nos sentimos tan cómodos. Tomo una casaca, me pongo un par de sandalias de paja, busco mis llaves, dinero y salgo. Había caído en un trance.

En un paso tal vez demasiado rápido para mi físico, crucé las calles, las pistas y el gran y místico parque. No pensé ir en carro, tal vez fue una decisión estúpida, pero en mi cuerpo cabía sólo una necesidad, con un objetivo, el resto me daba igual.

Llegué a la tienda y la anciana aún no se despertaba, me pareció extraño, pero no podía preguntar por ella, ya que estaba enmudecido y encantado. Entonces, de la nada, como un flautista de Hamelín, el café me guió hasta las puertas de un supermercado. Comienzo a buscar con la mirada, pero no lo encuentro, le pregunto a una señora, me apunta hacia una dirección y la sigo. Me llevé una terrorífica sorpresa al llegar…

jueves, 11 de septiembre de 2008

Gris

A veces tiendo a sentarme al borde del malecón. Hoy fue un día de aquellos. No había sol, pero podías sentir como trataba de salir entre en las nubes grises.

Lima es verdaderamente una ciudad gris.

El cielo no tiene un color definido, por lo que no puedes distinguir qué hora es o en qué momento estas. Vengo aquí por que el tiempo se detiene, y yo me detengo con él, me dejo arrastrar y perder en este espacio atemporal.

No siento frío, aunque el viento soplando trate de fomentarme esta idea. Veo mis piernas suspendidas saludando al piso con cierta picardía. Se me acalambran y dejo de sentirlas. Ahora me encuentro pegado a este espacio, donde mis piernas decidieron anidar y dormir. No tengo nada que hacer, por lo que continúo observando. El mar se encuentra estático y se confunde con el cielo. No veo ningún horizonte, mas bien, me siento encerrado en un cuarto gris.

Justo cuando empiezo a sucumbir frente a esta idea veo un grupo de velas salir de la nada. La neblina las cubre, dándoles un aspecto casi fantasmagórico. Trato de imaginarme la vida en esos barcos, las historias, las tragedias, las despedidas. Algo dentro de mí impide que vaya más allá, no quiero nada de ellos.

Siento un hormigueo en mi pierna derecha, como si despertara de un largo sueño. Luego de un rato vuelve a dormirse, a hacerle compañía en los sueños a la izquierda.
A si como salieron los barcos de la niebla, retornaron a esta y desaparecieron. –No quiero nada de ellos- continúo repitiendo, ahora con una sensación amarga en la boca. Probablemente no sería un buen marinero, no les sirvo.

Volteo y miro al parque, hay niños corriendo, probablemente sean las 4, hora preferida para que salgan. Corren, gritan, sonríen. Trato de ubicar el momento en mi vida en el que dejé de ser verdaderamente niño, ese momento en el que no entiendes la magnitud del mundo y cualquier momento se convierte en tu propio mundo y lo disfrutas como si fueras el creador de ese gran momento. Probablemente fue cuando me senté a un lado y dejé que el mundo gire sin mí.

El mar comienza a mecerse y mis piernas lo acompañan, siento el hormigueo nuevamente, pero ahora despiertan. Respiro el aire de mar, me paro y camino hacia mi casa.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

De duendes, colores y Memoria

Sucedió que los planetas se alinearon de modo inusual. Sucedió también que Cotidiano decidió dar un paseo de lo mas cotidiano.

Estaba ya listo para salir pensó. Tenía los zapatos de zafiro negro, el pantalón con arrugas de recién nacido y la camisa que acompañaba una sonrisa de ganador pues Cotidiano sabia que sería un buen paseo y nadie nunca pudo negar que no lo fue porque nadie nunca lo vio pasear.

Fue próximo a la salida cuando sintió que algo le faltaba. Dio una rápida repasada mental de todo lo que tenía puesto y descubrió que no le hacía falta nada. Una mano al bolsillo y todo estaba donde debería estar. La misma mano en otro bolsillo y el resultado fue el mismo. Siguió con el proceso y se dio con la sorpresa que en el bolsillo izquierdo faltaban las llaves, totalmente indispensables para su regreso a casa. Era obvio que Cotidiano no saldría de casa sin sus llaves.

Los planetas seguían alineados de modo inusual y para Cotidiano era otro día totalmente convencional, pues era totalmente normal que extraviara algún objeto. Volaron los minutos y las cosas por la casa, y Cotidiano seguía sin encontrar las cada vez mas añoradas llaves. Pensó entonces que las llaves podrían estar bajo una empolvada y olvidada alfombra que en algún tiempo si cumplió la honorable labor de adornar con vivos colores la sala y que ahora solo seguia en aquel lugar por descuido. Al sacudirla, como era de esperarse la alfombra desplegó una nube de polvo y ácaros. Cinco ingenuos ácaros fueron a parar al ojo derecho de Cotidiano.

Coincidió pues el hecho de cerrar el ojo derecho con que al mismo tiempo todos los seres humanos parpadearan como uno solo. Cotidiano procedió a mover la mano derecha cerca de su ojo para hacer un poco de viento y así sacar a los cinco ingenuos cuando noto que no podía producir viento y al mismo tiempo descubrió que ya no existía mas el tiempo. Tampoco los colores.

Vio entonces como funcionaba el mundo fuera de tiempo y como dos duendes sin color reían con sus llaves en la mano mientras decían en idioma de duende fuera de tiempo y color alguno, bienvenido a Memoria.

martes, 9 de septiembre de 2008

No me moleste mosquito, let me eat my burrito.

Hasta Morrison lo sabe, y está ahí en mi techo juzgándome, gritándome, don’t fuck with me mosquito. Como odio esas alimañas, no comprendo su existencia, son pequeñas jeringas esperándote, bichos macabros. Me alteran la vida, la rutina, el sueño y todos saben que con el sueño de Cotidiano nadie se mete, punto. Duermo. Sueño. ¿Qué cosa?, no me acuerdo, casi nunca lo hago. Es verano y una brisa entra a mi cuarto, simplemente perfecto me enfría lo justo y se despide, esta es una noche fantástica, de sueños fantásticos, por fin cierro los ojos, REM, y sueño.

Estoy en la selva, en una cascada, en el mar, vuelo, me encuentro a Peter Pan lo saludo y volamos, odio sus mayas verdes, le tiro un puñete y el cabro cae, adiós. Sigo volando por las nubes veo una estrella, quiero entrar y de repente…bzzz..bzzz..bzzz. Mierda como te odio bicho.

Esta oscuro, mis ojos ya se acostumbraron a la oscuridad, que flojera prender esa luz. El insecto me mira, me acorrala, sabe que quiero matarlo y juega conmigo y yo con mi almohada. Un golpe por aquí otro por allá…y silencio, ¡por fin! Cierro mis ojos con una sonrisa de satisfacción, luego de toda esa agitación, no logro conciliar el sueño, sin embargo luego de contar ovejas (por que realmente funciona) pude entrar en ese estado de casi sueño, donde tu cuerpo no pesa y esta en armonía total. Bzz, bzz, bzz. Me trato de esconder entre las sábanas y me pongo la almohada encima, maldito calor de verano, sudo como puerco y ahora si definitivamente no puedo dormir, morirás pequeño.

Salto de mi cama, misteriosamente en un apretado traje amarillo, una sexy peluca rubia y una espada samurai, en verdad no, pero sería genial. Prendo la luz ubico al individuo, me mira con su afilada boca, retándome elijo mi arma, la efectiva almohada, el bicho ni se inmuta. Inteligente, tal vez demasiado…tiro un almohadazo y huye. Lo persigo y vuela hasta el techo, se burla de mi altura, sabe que no puedo llegar. De repente lo pierdo de vista, ¿dónde se fue?

Apago la luz y espero…espero…bzz…bzz, prendo la luz y ahí está, no tengo con qué defenderme, mi almohada está lejos, las pantuflas son estúpidas y en eso la veo, iluminada y perfecta: mi zapatilla roja. Tomo mi arma apunto ¡bam!, chau pequeño maldito. Me acerco, le había dado solo al ala (mi puntería es una basura), aún estaba vivo, me compadezco, no es su culpa ser una máquina chupa sangre.

Siento algo en la pantorrilla, una picazón, miro, una roncha inmensa, roja, hinchada, y claro, soy alérgico a los mosquitos. Agarro mi zapatilla roja y acabo con su vida, ahora si Morrison me sonríe, no me moleste mosquito.

lunes, 8 de septiembre de 2008

El sueño

Soñé toda la noche. De eso puedo estar seguro. Abro los ojos y veo el blanco techo bajo el cual siempre duermo. Todo tan perfectamente normal en mi cuarto y no tan perfectamente normal en mí. A lo mejor era algún sueño que había tenido durante la noche. Probablemente era la luz que hoy iluminaba con inusual brillo el blanco techo bajo el cual siempre duermo. Probablemente era solo la sensación de haber soñado algo o de querer ver las cosas distintas hoy, porque la verdad es que no recuerdo absolutamente nada de lo que probablemente haya cambiado mi forma de ver el mundo hoy y la otra verdad es que viendo bien el techo sigue exactamente igual de blanco que de costumbre.

Me froto los ojos una y otra vez. Bostezo lo necesario y me estiro mas de lo que necesito para poder por fin siquiera pensar salir de mi cama. Tengo hambre.

De camino a la cocina paso por el baño. Me veo al espejo y veo otra vez el mismo rostro que veo desde siempre.

-Tu no cambias- digo para mi mismo mientras acompaño las palabras con un suspiro pues se que no cambiar no es bueno sigo siendo el mismo de siempre que siente haber soñado algo y sin embargo no recuerda que.

Mientras reviento unas cuantas espinillas y trato de peinar la enmarañes hecha cabello siento un aullido claro que seguido por un gruñido como era de esperarse porque es lo usual. Tengo hambre y es mi estomago me lo recuerda con sus clásicas y únicas dos palabras. Termino de peinarme sabiendo que igual después de desayunar me bañare y aquel peinado único como todos los peinados únicos de todas mis únicas mañanas se deshará durante un buen y merecido baño por haber soñado algo que me hace sentir especial sin recordar siquiera un instante del sueño.

El camino hacia la cocina se hace imposible y eterno. Es tanta el hambre que tengo que debería de apresurar el paso, pero eso implicaría un gasto aun mayor de energía y no tengo mucha mas energía que gastar. Tengo hambre y eso significa que mi cuerpo necesita alimentarse para tener energía. Energía que gastaría la próxima ocasión en que necesite gastar energía para apresurar mi paso hacia la cocina y el desayuno.

Voy un poco mas de un día caminando a la cocina mientras mas lento lo haga supongo menos energía gastare. Pero ahora tengo sueño. Probablemente mas sueño que hambre, pero ya estoy tan cerca de la cocina que no pienso volver a mi cuarto. Demoraría aproximadamente 1 mes con 2 semanas, 14 horas y unos cuantos minutos en llegar a mi cuarto sin gastar por completo lo poco de energía que me queda. Es mejor que siga mi camino a la cocina y a mi desayuno. No duermo desde que desperté luego de aquel sueño que no recuerdo. No parpadeo ni me rasco ni hago nada innecesario. Tengo que llegar a la cocina con toda la energía posible para poder coger una sartén, poner un poco de aceite, prender la hornilla, poner la sartén en la hornilla, esperar a que caliente el aceite, ir a la refrigeradora, sacar un huevo, regresar a la sarten sobre la hornilla, partir el huevo, ponerlo en la sartén y esperar su cocción. Es todo un proceso que requiere de energía y vitalidad y mientras mas pienso en llegar a la cocina y todo lo que debería hacer en ella, pierdo energía y vitalidad. Será mejor también evitar pensar.

Llego a la cocina y logro realizar gran parte del ritual de desayuno que ya tengo memorizado. Un bostezo inoportuno seguido de un parpadeo terminan por desgastarme por completo.

El huevo estaba quemado y yo solo había despertado por el humo que llenaba toda la cocina y tres cuartas partes de mis pulmones. Despierto bajo un techo blanco mas nunca igual de blanco que el techo de mi cuarto que veo cada mañana al despertar y abrir los ojos. Donde me siento especial de haber soñado algo distinto que nadie podría haber soñado sino solo yo y que para mi mala suerte nunca podía recordar.

Comeré lo que quede del huevo para tener energía suficiente como para sacar otro de la refrigeradora y repetir el santo proceso del desayuno. Tengo hambre.