jueves, 2 de octubre de 2008

Comenzaron esos días

Se iniciaron esos días con sol, aquellos en donde la gente ansiosa luego de una larga ausencia, están en un estado extremo de felicidad. Un rayo de luz enfocado hacia mi ojo derecho me recuerda que ya es tiempo de dormir con las cortinas cerradas y un olor peculiar me recuerda que dejé la leche fuera del refrigerador.

Y con el sol, todo cambia, las flores se ven distintas, el verde se ve distinto. El pasto del invierno frío y lúgubre es reemplazado por una mágica ola de verde esmeralda. La fauna urbana vuelve a la vida luego de un largo estado de decadencia.

El smog se pierde en el cielo, ahora celeste, que susurra a los oídos de los transeúntes una promesa de bienestar. El viento acaricia las mejillas de los conductores, tentándolos a ir un poco más rápido y tal vez dejarse llevar, aunque sea por un segundo, en su vuelo inmortal.

Sol y Viento. Perfectos compañeros, grandes secuaces, a veces amantes. Es con total seguridad que cuando el sol sale, el viento se aligera, te acaricia, te seduce, te recita los más dulces versos. Cuando éste se oculta, el viento ruge, escupe, es hostil y trata de hacer lo imposible por liberar al sol de su cárcel formada por grises nubes.

Sus intentos son en vano. El amor no soluciona esta lucha y debe esperar la libertad del sol, y disfrutarla hasta que sea arrebatado nuevamente de sus manos.

En este dulce y macabro juego, soy un simple espectador, yo y mi ojo derecho que ahora lagrimea por la luminosidad del rayo.

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